Mientras el miedo a una catástrofe nuclear vuelve a instalarse en la guerra entre Rusia y Ucrania, el presidente Volodimir Zelenski afirmó en redes sociales que se trata de un conflicto armado que el régimen de Moscú «no quiere terminar».
En tanto, una ciudad griega se convirtió en un impensado escenario lateral del conflicto: un avión ucraniano que cargaba 11 toneladas de armas se estrelló en Kavala y murieron sus ocho tripulantes.
La aeronave, un Antonov 12 de la compañía ucraniana Meridian LTD, llevaba minas de mortero, entre otros tipos de armamentos.
Este sábado, el ejército de Vladimir Putin usó la central atómica de Zaporizhzhia para disparar contra las regiones de Nikopol y Dnipró, que registraron ataques el sábado.
Ubicada a orillas del río Dnipro, la planta ha estado bajo control ruso desde las primeras semanas de la invasión, aunque todavía está dirigida por personal ucraniano. La situación en la planta de Zaporizhzhia es «extremadamente tensa», con hasta 500 soldados rusos controlándola, dijo el presidente de Energoatom (ente de seguridad nuclear ucraniano), Pedro Kotin.
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